
MARÍA ZAMBRANO:
EL AMOR COMO FORMA DE CONOCIMIENTO
Dra. Rocío García Rey
Poseer es lo mismo que conocer […]
El amor es brujo: sabe los secretos;
es un zahorí :conoce los manantiales.
M. Yourcenar
¿Cómo aprehender la vida? ¿Cómo aprehender la muerte? La razón agobia porque es herencia de conocimiento occidental y racional que actúa como barrera del amor. "A medida que el hombre ha creído que su ser consistía en ser conciencia y nada más, el amor se ha ido encontrando sin "espacio vital" donde alentar, como pájaro asfixiado en el vacío de una libertad negativa", previene la gran filósofa española María Zambrano (1904-1991).
La semántica del conocimiento para nuestra filósofa, no es la racionalidad común de Occidente, ésta se inscribe en los laberintos de lo sensible, de lo asequible. El conocimiento sólo puede habitar la vida cuando se ha conocido el sacrificio. De tal manera que la constitución de la existencia, en el discurso de Zambrano, equivale a un hecho divino. El hombre tiene un carácter divino en tanto sujeto del conocimiento.
La lámpara para iluminar la noche aparece cuando los dioses se inscriben en el corazón -centro de la existencia-, el hombre, entonces se atreve a tener dudas a preguntar, exigir ser mirado a la vez que deambula y prueba los colores. (Sólo lo divino puede responder a la ausencia).
El olvido del humanismo deviene en "exaltación" de una cierta idea del hombre que ni siquiera se presenta como idea, sino como simple realidad […] Occidente se enfrenta a la impronta del olvido.
Está el palimpsesto, pero no los instrumentos para mirar las palabras sobre las que pusieron la razón utilitarista. Hay muerte y hay olvido. Zambrano apunta al respecto: "Amor. Paloma crucificada ¿No hemos crucificado los hombres incluso al espíritu Santo? Ella padece de su herida, mana su sangre, la sangre del amor herido, la del amor inútilmente manchado, paloma inaccesible a toda humillación y humillada aquí por nosotros […]"
Ahora hay una pasión hermética en la que subyace un complejo de negación de la herencia divina. "El hombre se niega a padecer a Dios y a lo divino que en sí conlleva"; es la paloma que se desangra y que vierte la sangre sobre los pasos para cubrir las huellas.
El conocimiento es revelación de lo exterior a uno, es una muestra del otro ante nosotros. Por ello debe existir una apertura de la propia "subjetividad" que provoca la afección del cuerpo y alma, dice Eugenio Trías, en su Tratado sobre la pasión. Afirma también: "Hay conocimiento cuando se produce un singular entrecruzamiento entre la cosa y el sujeto receptivo (receptivo pasional nunca pasivo).
El olvido del amor se dio a partir del triunfo de una razón lúgubre que devino poder. Si acudimos a Foucoult, podemos hablar de un poder como tecnología. El conocimiento se vio cercado por la barrera de lo único.
No hay dioses, no hay luz para alumbrar en el naufragio. Comienza la muerte de lo sensible en manos de la razón. La historia es envuelta en el más profundo olvido y soledad. El hombre se encuentra ante el vacío y la gravedad de las miradas que no comprende. Llega "[…] la ausencia de posibilidad de comunicarse, cuando a nadie le podemos contar nuestra historia", afirma Barthes.
AMOR Y TRASCENDENCIA
"[…] Invoco su protección, su regreso: que lo otro aparezca,
que me retire como una madre que viene a buscar a su hijo,
del brillo mundanal […] que me restituya
"la intimidad religiosa, la gravedad" del mundo amoroso".
Roland Barthes
La trascendencia parece traspasar los límites. "Ir de un lugar a otro". Es lo que va más allá de lo inmanente. En el lenguaje de Zambrano será también lo que permite la liberación. Para Heidegger equivale a estar más allá de sí. La génesis y práctica del amor es así un actio transiens, es decir que sale del sujeto para enfrentar el mundo.
"En el hombre el ser sujeto de culpa produce un exceso que bien podría llamarse trascendencia que lo sitúa como protagonista absoluto, por encima de los dioses; se hace en torno suyo un vacío hasta entonces desconocido […] Una soledad que solamente el Dios desconocido, mudo, recoge," afirma Zambrano. Además agrega:
[…] Descender a los abismos para ascender, atravesando todas las regiones donde el amor es el elemento […] de la trascendencia humana; primeramente fecundo […] si persiste, creador. Creador de vida de luz, de conciencia.
Con el nacimiento de los dioses, el hombre encuentra el amor, y éste será acompañado por el sufrimiento: sacrificio que hará arder la existencia, transformar los mensajes, los textos donde las palabras aún no eran difundidas.
Si para algunos existencialistas la objetividad es trascendida por la existencia, para Zambrano, dicha existencia sólo será legítima cuando navegue en lo divino. Se trasciende como concatenación de los elementos que integran la vida: amor, sangre, abismos, una especie de collage que sitúa nuestra imagen trágica y humana en el espacio de la noche. Se sale del primer caos, después del "combate entre la luz y sombra” (trascender revelador, según Zambrano).
La conciencia será el vehículo de trascendencia, de movimiento porque en su nacimiento el sujeto se ofrece virgen más allá de la vida
[1] Fragmento del ensayo “El amor como forma de trascendencia en María Zambrano”.